Una Carrera diferente

Es el penúltimo domingo de octubre, Ávila y Santa Teresa ya han vivido su fiesta grande y ahora continúa la estela de la Santa y sus murallas con una media maratón diferente. Es domingo y por supuesto de noche. Son las  07:15 horas en el Cuartel General del Ejército de Madrid, lugar de encuentro de todos esos intendentes de España que se niegan a que su ciudad y su Patrona no los vea derivar por esas murallas que durante tanto tiempo los acogieron y los guardaron en el viejo e histórico Palacio de Polentinos; para recobrar lo recobrado tras haber perdido lo perdido; donde siempre vuelven los intendentes en boca y versos que parecen de la Santa, pero que fueron escritos en pleno siglo XX por Francisco Luis Bernárdez.

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El autobús espera a los últimos rezagados. Se notan los nervios, porque a pesar de la hora van todos hablando, cada uno con su tema. Los más veteranos en esto del correr, rememorando sus múltiples maratones y casi con desprecio sus numerosísimas medias maratones; los más novatos informándose de si en la carrera de hoy hay muchas cuestas; aunque, según dicen los bien curtidos por las calles de Ávila, lo peor son los adoquines. Huele a réflex y a nervios.

Por fin se ve Ávila en el horizonte. El punto de reunión es la antigua Academia de Intendencia, actual Archivo General Militar, allí también llegan otros compañeros de Zaragoza, de Madrid que han venido en sus coches, de Ávila, los de la Guardia Real, que vienen en grupo. En el antiguo comedor de cadetes, les hacen entrega de la camiseta con el escudo de Intendencia, este año blanca, con una franja roja, con la que van a correr, el dorsal y la bolsa del corredor; que cuando de maratones se trata cualquier avituallamiento es poco.

Los nervios, parece que se disipan un poco al charlar y bromear con los compañeros: ¿Qué tal vienes de preparado? Un poco justo. Bueno, no vamos muy deprisa. Se trata de correr el mayor número posible de gente juntos, para que se nos vea; corre el Director de Asuntos Económicos y eso es buena señal, porque nadie se atreverá a dejarle tirado; además, ha dicho que el que lo adelante pasa arrestado.

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Una carrera diferente

 

Unas fotos en el Patio de la Academia y en la fachada, para la posteridad; y así, al menos, habrá fotos en las que los corredores tengan buena cara porque al final de la carrera nadie ignora que los semblantes serán distintos.

La salida es en los Cuatro Postes, donde la vista sobre la ciudad se hace eterna y la Santa miró Ávila con recelo; pues para conseguir lo conseguido tuvo que soportar lo soportado. Hace bastante fresco y hay muchas nubes, pero llover no llueve.

Se acerca la hora de la salida, hay muchos corredores, unos 1.300, de múltiples colores y combinaciones. Se da la salida. No pasa mucho tiempo sin que se note que hay algunos que van muy sobrados de ritmo y otros bastante más justos. Los primeros 9 kilómetros son por un ensanche de la ciudad, lleno de casas modernas y bien urbanizadas, prácticamente llano, menos una “tachuela” para cruzar un puente, que deja sin resuello; del grupo de intendentes a pesar de las buenas intenciones, ya se han descolgado algunos.

A partir del kilómetro nueve, la cosa cambia bastante, empiezan las cuestas con adoquines y las “visitas” a distintos monumentos significativos de la Ciudad como el Monasterio de la Encarnación, donde la Santa sale a verlos pasar; tened por bien sufrido lo sufrido, tened por bien llorado lo llorado.

Pronto se han juntado con unos corredores de la Escuela de la Policía Nacional y muchos otros que son bienvenidos al grupo; y que agradecen la compañía y los cantos cuando de subir cuestas se trata. Llegan a la Plaza de Santa Teresa, antiguo Mercado Grande, kilómetro 16, ahora a correr con el corazón. Hay mucha gente, así que deciden entrar cantando, en este caso el recitado del Himno de Intendencia: “Entre nosotros no hay sitio para el que olvida….”. Suena muy bien en ese lugar.

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Una carrera diferente

Recorren el Paseo del Rastro, una bajadita y entran en la Muralla por la puerta de la Iglesia de la Santa, que vuelve a salir a darles ánimos con su manera estoica de vivir el sufrimiento: Ánimo les dice que, después de todo, he comprendido que no se goza bien lo gozado, sino después de haberlo padecido. ¡Cierto!, asienten los corredores.

Ahora todo es subida y las calles muy estrechas. El casco antiguo de la ciudad se llena de corredores; la Plaza del Ayuntamiento, el Mercado Chico. Quedan dos kilómetros y medio para la meta y, allí, unos cómplices del Archivo General Militar los esperan con una gran bandera de España y otra de Intendencia. La Bandera de España, es enorme y pesa, pero….., ya no pesan los kilómetros, ahora hay que correr más despacio, para que este final, que es la parte más bonita, dure más.

Al pasar por la Catedral, se oye de nuevo el himno de Intendencia, alternado con el verso de Calderón. Ya no hay prisas; porque, y de nuevo sale Santa Teresa a verlos pasar, después de todo han comprobado que lo que tiene el árbol de florido vive de lo que tiene sepultado. Y con tantas ganas por dentro, al final sale la fuerza por fuera.

Han terminado la carrera cantando, entrando juntos a la meta en el Lienzo Norte. Han terminado y a la satisfacción del deportista por haber terminado una Media Maratón, se une la del Intendente, que lo ha hecho corriendo con sus Compañeros por la bendita Ávila, y con una parte final alzando la Bandera bicolor que cumple este año el 175 aniversario desde que Isabel II la declaró como bandera nacional de todos los Ejércitos.

La Santa desde el Lienzo Norte, repite que no hay camino de perfección que no lo gane la paciencia; pues la paciencia todo lo alcanza;  y que nunca olviden los intendentes que Dios también anda en los pucheros.

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