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Sanidad de Vanguardia

El Ejército de Tierra quiere dotarse de materiales y sistemas de Sanidad adaptados a los requisitos  de la Fuerza 35, en colaboración con las empresas del sector y los centros de investigación

Solo cabe progresar cuando se piensa en grande, solo es posible avanzar cuando se mira lejos. Estas palabras de José Ortega y Gasset resumen a la perfección el afán del Ejército de Tierra respecto a la Sanidad Militar, con la mirada puesta en la futura Fuerza 35. Así se puso de manifiesto en el décimo taller del Foro 2E+I, dedicado a los materiales y sistemas de Sanidad, que se celebró de forma telemática durante los días 14 y 15 de octubre.

Este taller estuvo presidido por el jefe del Mando de Apoyo Logístico, teniente general Ramón Pardo de Santayana, quien destaca el carácter transversal y dual de la Sanidad Militar: «Es transversal porque nos afecta a todos y dual porque implica casar de manera realista las necesidades del Ejército con las posibilidades que nos ofrecen las empresas y universidades».

Pero, ¿cuáles son esas necesidades que tiene el Ejército de Tierra? La coronel Frutos, destinada en la Brigada de Sanidad, explica: «Necesitamos materiales más ligeros, más pequeños y más automatizados, que cuenten con una protección específica ante posibles golpes, temperaturas extremas, humedad, polvo, agentes contaminantes, etc. Además, tenemos que buscar un equilibrio entre materiales resistentes y duraderos y materiales desechables».

La coronel Frutos hace especial hincapié en que los fungibles de los aparatos de Sanidad «deben estar garantizados de por vida», porque, en caso contrario, los aparatos podrían resultar inservibles al cabo de un tiempo. «Todos los materiales —continúa— deben estar adaptados al entorno militar en el que van a ser utilizados». Por ejemplo, tienen que poder montarse y desmontarse múltiples veces. «Y deben estar adaptados a las nuevas tecnologías y procedimientos».

Por último, la coronel hace un llamamiento a las universidades y a los centros de Formación Profesional de grado superior para ofrecerles la posibilidad de realizar trabajos sobre materiales y sistemas de Sanidad relacionados con Ingeniería, Informática, Telecomunicaciones, Arquitectura y otras muchas disciplinas, como Interpretación, Imagen o Caracterización, que podrían tener aplicación, por ejemplo, en el campo de las emergencias. «En la actualidad, estamos diseñando un escenario de entrenamiento específico para Sanidad Militar: la Pista de Instrucción de Sanidad de Combate. Y estamos actualizando la Estación de Descontaminación de Bajas NBQ. En todos estos temas, necesitamos interactuar con los centros docentes y de investigación», concluye.

Proyectos civiles

Existen numerosos proyectos civiles que podrían ser aplicables al ámbito militar. Por ejemplo, la Universidad de Sevilla ha desarrollado un quirófano inteligente portátil o un casco con microscopio quirúrgico, entre otros, y en la actualidad está trabajando en unos sensores ópticos para la detección de zonas contaminadas por el coronavirus SARS-CoV-2, que podrán instalarse sobre plataformas móviles, tanto guiadas como autónomas.

Del mismo modo, la Universidad de Málaga ha probado con el Tercio “Alejandro Farnesio”, 4° de la Legión, un sistema robótico para la evacuación de heridos, unido a unos sensores biométricos —que pueden ser transportados mediante un dron— que permiten la monitorización del paciente. Por su parte, la Universidad Complutense de Madrid está estudiando el uso de la melatonina como tratamiento frente a agentes químicos como la iperita o el gas mostaza.

Pero si hay una tecnología de máxima actualidad hoy en día, es la impresión 3D. En este sentido, el jefe del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Central de la Defensa “Gómez Ulla”, coronel Areta, viene apostando desde hace años por la fabricación aditiva de biorréplicas, es decir, de modelos personalizados de una determinada parte del cuerpo (un hueso roto, por ejemplo) que permiten planificar mejor las operaciones que se van a llevar a cabo.

Asimismo, el coronel Areta ha puesto en marcha la impresión 3D de material quirúrgico, algo especialmente útil dado el carácter expedicionario de la Sanidad Militar. De este modo, en lugar de tener que transportar todo el material a zona de operaciones, bastaría con llevar la impresora 3D e ir imprimiendo el material que fuera necesario. «Sin duda, este es el futuro», concluye.

ATILA, TERROR DEL VIRUS

El Ejército adapta un sistema de iluminación ultravioleta al robot Teodor para descontaminar espacios críticos de coronavirus

Cuando los equipos de Desactivación de Artefactos Explosivos (EOD) de las unidades de Ingenieros del Ejército de Tierra pusieron en marcha por primera vez el robot Teodor, no se imaginaron que casi dos décadas después seguiría salvando vidas, pero con sus capacidades transformadas. Se trata de adaptar los equipos a las amenazas —donde la innovación tecnológica del ET juega un papel fundamental— y, en 2020, toca combatir la epidemia de la COVID-19.

El Ejército ha desarrollado el sistema ATILA (Antivirus por Iluminación de Luz ultravioleta Autónomo), que se implanta en estos robots como una nueva capacidad añadida a las labores de desinfección en la operación “Balmis”. Con una eficacia ensayada en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), permite descontaminar una estancia, de entre 15 y 20 metros cuadrados, mediante la exposición a este tipo de luz —que incide directamente sobre el virus y lo elimina— en menos de 20 minutos.

Un proyecto conjunto

A principios de abril, el INTA y el Regimiento de Defensa NBQ (RDNBQ) “Valencia” nº 1 estudiaron la posibilidad de acoplar un implemento portátil —emisor de radiación ultravioleta— en robots de los equipos EOD del ET para descontaminar algunas zonas. «El implemento de radiación ultravioleta es realmente eficaz y rápido, sobre todo en instalaciones críticas que presentan una alta concentración de carga vírica y material sensible, como son los puestos de mando y control, centro de comunicaciones, Unidades de Cuidados Intensivos, residencias de ancianos… Allí se requiere una intervención inmediata y la descontaminación manual puede dañar los equipos», cuenta el teniente coronel Moneo, de la Escuela Militar de Defensa NBQ (EMDNBQ).

De este modo, el INTA y la Jefatura de Ingeniería del Mando de Apoyo Logístico del Ejército (JIMALE) coordinaron la integración de estas luminarias —que proyectan la luz 360 grados— en robots EOD. Consistía en emplear productos que ya existían para crear nuevas capacidades y, junto con el Parque y Centro de Mantenimiento de Material de Ingenieros, diseñaron el bastidor del robot, que alberga cinco lámparas de luz UV-C. «Se pensó en el Teodor porque el Ejército cuenta con 21 unidades en todo el territorio nacional y todos los operadores EOD están ya formados en su manejo, por lo que solo había que implementar la luminaria», cuenta el director técnico de este proyecto en la JIMALE, el capitán Álvarez.

Posteriormente, la EMDNBQ se encargó de instruir a las unidades de referencia en materia de descontaminación NBQ (RDNBQ 1), así como a los equipos EOD del Mando de Ingenieros, de las Brigadas “Almogávares” VI y “Guadarrama” XII, y la Academia de Ingenieros, donde debieron resolver diferentes casos de descontaminación en instalaciones críticas integrando las capacidades de los equipos EOD con las de las unidades NBQ.

El teniente coronel Moneo incide en que «ha sido un trabajo muy intenso, de sol a sol, en el que todos tenían muchas ganas de colaborar y en un tiempo récord se ha obtenido un sistema rápido, eficaz y seguro». Durante varios días, se realizaron diferentes pruebas en zonas susceptibles de ser contaminadas por el coronavirus SARS-coV-2, como el Centro de Comunicaciones de la ONU o el Hospital General de la capital valenciana.

De momento, ya se ha dotado a dos unidades del ET con el sistema, y su entrada en servicio está prevista para junio. Una es la Compañía EOD del Regimiento de Pontoneros y Especialidades de Ingenieros

nº 12 y otra el RDNBQ 1, aunque es probable que después se destine a algún otro equipo EOD de una unidad de Ingenieros próxima a Madrid. Aun así, la designación de las misiones corresponde al Mando Componente Terrestre, que dirige la participación del Ejército en la operación “Balmis”.

Transformar las capacidades

ATILA se introduce en una habitación para descontaminarla, mientras que un operador trabaja desde fuera, por seguridad, mediante control remoto. Está indicado sobre todo para zonas con poco mobiliario, aunque la diversidad de movimientos del brazo del robot permite que pueda radiar en varias posiciones. Esto permite que cubra la mayoría de las superficies, ya que si hay “sombras” —por ejemplo, debajo de una mesa—, es preciso que un equipo lo desinfecte manualmente después de finalizar.

El sistema consta de un bastidor portalámparas, colocado en la pinza del brazo del robot, y de una caja de control de alimentación, situada en la parte posterior, en el lugar que tradicionalmente ocupa el porta-herramientas. La conexión de las lámparas se efectúa por medio de un mando a distancia y permite dos posibilidades de funcionamiento: conectado a la red mediante cable o con el uso de la batería, con una autonomía de tres horas.

Aunque ATILA se ha experimentado en el Teodor, ya se está probando en el robot Avenger, mucho más pequeño y con mayor capacidad de movilidad a la hora de acceder a los lugares que presentan más dificultad y, por tanto, actuar en más escenarios o contingencias NBQ. «Tiene una tecnología más avanzada y es más ligero; además se está estudiando si es viable la implementación de tecnología LED o continúa con la de vapor de mercurio, como en el Teodor», cuenta el capitán Álvarez. Llevará también una caja de control de alimentación y un bastidor de luces, aunque adaptado a su reducido tamaño. Actualmente, el Ejército cuenta con dos y están pendientes de llegar otros dos, a los cuales se podrá incorporar este sistema en los próximos meses para que, como su caballo, por donde pase ATILA no vuelva a crecer el virus.