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IN MEMORIAM, FERNANDO LAGO MONTEJO, Suboficial Mayor de Ingenieros del Ejército de Tierra

Vicente Lago Montejo

Suboficial Mayor de la Guardia Civil

Ya han pasado más de dos meses desde que decidiste marcharte de esta vida terrenal y no dejo de pensar en ti todos los días. Es muy difícil hacerse la idea y aceptar que ya no volveré a verte, poder darte un beso, abrazarte o mandarte un WhatsApp.

Quisiera hacer un recorrido a través del tiempo para recordar algunos momentos vividos a tu lado, desde nuestra infancia hasta el fatídico día que nos dejaste, el 23 de marzo de 2021.

Vinimos al mundo en el Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid, era el Centro Sanitario por excelencia donde nacían todos los hijos de militares que estaban destinados en Madrid. Nuestro padre por aquel entonces era Sargento de Infantería y estaba destinado en el Acuartelamiento de la División Acozarada Brunete de «El Goloso». Naciste el día 11 de septiembre de 1963, y yo había nacido dos años antes el 11 de octubre de 1961….qué fechas más coincidentes, 2 años menos un mes.

Recuerdo nuestra infancia en el barrio de la Virgen del Puerto, en la calle Línneo, 31, 2ºC, un piso de nueva construcción militar que adjudicaron a papá, cuando yo tenía 9 meses de edad. Se accedía a los portales de la finca a través de un patio comunitario. Allí pasamos nuestros primeros años de vida y nuestra infancia. Nacieron también nuestros hermanos Benjamín en 1969 y Jorge en 1971. A partir de ese momento nos convertimos en familia numerosa privilegiada al tener unos padres y abuelos maravillosos.

En el mes de julio íbamos de vacaciones a nuestra querida Gandía, población valenciana donde también hemos vivido momentos inolvidables durante toda nuestra vida. Gandía ha sido nuestro refugio por muchos motivos, nuestros primeros amores cuando éramos adolescentes surgieron allí, y eso no se puede olvidar. Últimamente tú, siempre que podías te gustaba escaparte para disfrutar del sol y playa en cualquier época del año. Buscabas la tranquilidad en el brazo del club náutico, sentado sobre una roca, donde ibas a pescar con tus hijos y te encontrabas con el descanso de tus pensamientos.

Conseguiste ingresar en la Academia de Suboficiales del Ejército de Tierra en Tremp (Lérida) en el mes de septiembre 1981, como componente de la VIII Promoción, no habías cumplido aún los 18 años.
Después de tres intensos cursos académicos, en julio de 1984, obtuviste el empleo de Sargento del Arma de Ingenieros, con tan sólo 20 años. Aquellos años fueron duros, pero tú sacrificio, hizo que lograses un destino en Madrid, en el Regimiento de Transmisiones de Prado de El Rey como especialista en Guerra electrónica.

Amabas tu profesión, eras un joven feliz, te enamoraste también muy pronto y te casaste muy joven. Fruto de tu matrimonio nacieron tus dos hijos maravillosos, que amabas por encima de todo, mis adorados sobrinos Eduardo y Oscar. De él, ahora más que nunca te sentías muy orgulloso porque había continuado la tradición militar familiar, ostentando el empleo de Sargento de Infantería, y por haber superado el pasado año el exigente Curso de Operaciones Especiales, ser un “Boina verde”, los hombres de élite de nuestro ejército con enorme prestigio a nivel internacional.

Con el paso de los años tu vida profesional iba viento en popa, seguiste estudiando y ascendiendo hasta alcanzar el ansiado empleo de Suboficial Mayor, que por establecer un símil con los oficiales procedentes de la Academia General Militar de Zaragoza, es el cómo llegar al Generalato, y es considerado el General de los Suboficiales, de hecho así lo avala tu último destino en la Dirección de Integración de Funciones Logísticas (DINFULOG) del Cuartel General del Ejército de Tierra, y que ha sido tu culminación profesional. Tus Jefes, el Teniente General De las Hijas, el General de División Vivas, el Coronel Olaya, y tus compañeros; los Suboficiales Mayores Meléndez y José, el Subte. Hermosilla, y otros tantos me transmitieron en tu sepelio, que te admiraban por tus cualidades humanas, capacidad de entrega, sacrificio y buen compañerismo; prueba de ello es que el tanatorio estuvo lleno a rebosar de compañeros y amigos.

Participaste en las misiones internacionales de Kosovo, Irak, Afganistán y Líbano, formado parte del contingente español, bajo el auspicio de Naciones Unidas, porque querías servir a España y transmitir los valores castrenses fuera de nuestras fronteras. Tu trayectoria profesional se ha visto recompensada con una brillante Hoja de Servicios y has sido propuesto en diferentes ocasiones por tus Superiores a diferentes recompensas militares. Fruto de este reconocimiento a tu trayectoria profesional, tus hijos, han expuesto en una vitrina acristalada dedicada a tu memoria esas condecoraciones junto con otros efectos militares de tu pertenencia.

Pienso una y otra vez que después de haber conseguido todos los éxitos profesionales y tener una familia unida, me pregunto: ¿Qué ha pasado por tu cabeza para dejarnos huérfanos cuando todo lo tenías a tu favor y con un futuro prometedor?… No has pedido ayuda, no nos has hecho participes de tus inquietudes, no nos has dado la oportunidad de acompañarte y ayudarte con esos pensamientos destructores. No pudiste proyectar un futuro, poner una solución a las decepciones, a llevar una vida llena de otras posibilidades que te enseñaran a vivir de otra forma. Si realmente estabas sufriendo y necesitabas desahogarte, ¿por qué no has pensado en todos los momentos que te quedaban por vivir?……tan sólo te quedaban 6 meses para pasar a la Reserva y disfrutar del merecido «descanso del guerrero», con todo un futuro por delante.


El día 23 de enero perdimos a mamá como consecuencia de una terrible enfermedad degenerativa que había sufrido durante más de 4 años, y el 23 de marzo inesperadamente te hemos perdido a ti. No éramos todavía conscientes del fallecimiento de nuestra madre cuando te has ido tú. Es muy duro aceptar y difícil asumir vuestras dos ausencias con tan sólo dos meses de diferencia, a veces presiento que de alguna forma nos has dejado para seguir cuidando a mamá porque en sus últimos meses de vida necesitaba de una asistencia permanente durante las 24 horas.

No quiero despedirme de ti Fer, así te llamábamos cariñosamente y te seguiremos llamando…. porque siempre vas a estar entre nosotros, todos llevamos parte de ti, tu padre, tus hijos, hermanos, sobrinos, demás familia y amigos te echaremos mucho de menos. Has dejado un vacío inmenso en la familia Lago y un recuerdo imborrable en nuestros corazones…, te quiero… esas eran tus últimas palabras cuando te despedías por teléfono.
Hermano; que tú dulce sonrisa siga siempre viva y que el rayo de luz que se refleja en la bandera, te ilumine para siempre en la eternidad.


Madrid, junio de 2021

Vicente Lago Montejo

UNA FRAGATA ATRACA EN EL CUARTEL GENERAL DEL EJÉRCITO

Un convoy compuesto por dos vehículos de exploración de caballería, un Mercurio de transmisiones y un vehículo de combate de zapadores escoltan unos camiones de la organización española de Médicos del Mundo que regresan a Medjugorje, tras haber dejado un cargamento de medicinas, ropa, alimentos y material hospitalario en la localidad serbobosnia de Trebinje.

Una fragata de 44 cañones, abarloada al primer vehículo donde va el soldado Raúl Berraquero Forcada, rola a la misma velocidad a su lado. El trancanil que liga los baos a las cuadernas huele todavía a goma de encolar. Un hombre con la paciencia de un relojero lo trabaja en unos astilleros del tamaño de una mesa que ocupa todo el salón. El aparejo necesita mayor cuidado, no sea que un día de tormenta una arrancada suelte un cabo o una cadena de la verga y arrastre cuanto vague por cubierta.

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Es 4 de noviembre de 1994. El convoy que protege la ayuda humanitaria de Médicos del Mundo se dirige a Medjugorje por el corredor de Stolac. No es un trabajo fácil interponerse entre tres bandos que supuran un odio que se nota sólido en el aire. Ni es fácil caminar por esas carreteras llenas de minas, socavones producidos por la artillería y check-points que abren o cierran los caminos a su capricho. Están a unos tres kilómetros de Stolac. Después de Stolac, Capljina.

Un hombre trabaja rápido en unos astilleros del tamaño de la mesa de su salón para que la fragata que está construyendo no navegue, sino que vuele junto a su hijo que está de misión en Bosnia. Su hijo tiene diecinueve años  y es un soldado de caballería de los pies a la cabeza; y en este momento, como Casco Azul de la ONU, se encuentra protegiendo un convoy de Médicos del Mundo con medicamentos y material de hospital.

El hombre sabe que una fragata de 44 cañones con una proa lanzada y abierta, formada por las dos curvabandas y el brazal que unen el tajamar y el mascarón a las amuras del buque, y que ha demostrado su valía en la guerras contra Francia, en el Mediterráneo; contra los buques británicos, en el Atlántico; y contra los piratas, en los siete mares, siempre es una muy valiosa ayuda.

A unos tres kilómetros de Stolac, la carretera del corredor, está esperando a Raúl. La fragata todavía necesita la mano paciente del artesano. Y cuando, de pronto, la nave da una guiñada violenta sobre la mesa; Rafael, que así se llama, siente que algo no va bien por la carretera de Stolac. Su hijo Raúl que está de misión ha sufrido un accidente en una carretera que a veces es tiniebla y, a veces, caos.

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“Cuando me llamaron por teléfono, yo no me lo creía”, contó al periódico Tierra sobre aquel fatídico día. “Hacía lo que más le gustaba. Yo tengo una foto suya a la que saludo militarmente cada noche. Y, desde luego, me gustaría que la fragata Diana estuviera navegando en el Cuartel General de ese Ejército que Raúl quería tanto”.

Como los deseos de Rafael Berraquero González, son órdenes para nosotros; pues ha dado por España y por la libertad lo más grande que podía dar: su hijo Raúl; la fragata Diana se encuentra en la primera planta del Cuartel General del Ejército navegando en la vitrina junto a la foto de su hijo.

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