Daoíz y Velarde, fue ayer y es hoy en el Mando de Artillería de Campaña
Hay lugares que guardan las antiguas sacudidas de la Historia, y que custodian esas tradiciones y hechos que retumban por infinitos corazones, que —aun dormidos y yacentes hace siglos— permanecen en la memoria de todos. Más de dos siglos, pero fue ayer. Fue ayer y es hoy, cuando todavía retumban sus palabras en el alma de todos. Fue ayer y es hoy, cuando en el Parque de Monteleón los capitanes Daoíz y Velarde armaron al pueblo y gritaron aquella frase que fue el inicio de la lucha por la libertad y el final de sus heroicos cuerpos: «Todo está perdido, pero tú y yo daremos la vida por la Patria». Ese fue el principio de la lucha de los mil y un corazones contra el invasor.
Hay lugares, llenos de modernidad, de innovación, de trabajo diario, de presente y de futuro, que sin embargo también guardan las antiguas sacudidas de la Historia para que la memoria de las futuras gene-raciones no olvide de dónde vienen. Pues, aunque parezca que las nuevas armas, las modernas direcciones de tiro, los innova-dores puestos de mando y control, los ca-ñones y obuses de última generación, los novísimos drones o los mil lenguajes para una comunicación eficaz lo han cambiado todo, sin embargo los valores por los que se lucha permanecen inalterables.
Hay lugares como la base “Conde de Gazola”, en San Andrés del Rabanedo (León), sede de la Jefatura del Mando de Artillería de Campaña, que guardan como un teso-ro de forma permanente en su Sala Histórica un fondo museístico de gran valor: el conjunto funerario de los capitanes de Artillería Luis Daoíz y Torres (1767-1808) y Pedro Velarde y Santillán (1779- 1808).
A raíz de los hechos del Dos de Mayo de 1808 en Madrid, dos capitanes de la Artillería española escribieron páginas de gloria en nuestra historia como héroes. El capitán Daoíz, a la voz de «las armas al pueblo», armó a la muchedumbre agolpada a las puertas del Parque de Monte-león y, junto al capitán Velarde, organizó la defensa del mismo, mientras en las calles los vecinos de Madrid luchaban contra los franceses. Dos capitanes que como bravos salieron en defensa del pue-blo que sufría el acoso del invasor.
Ante unas fuerzas enormemente superiores, la lucha fue heroica. Después de varias horas de combate, el capitán Daoíz fue herido de muerte por las bayonetas de los granaderos de la escolta del general Le franc. Trasladado a su casa, falleció horas después. El capitán Velarde murió de un disparo en el corazón, quedando su cuerpo desnudo y abandonado en la calle.
Esa noche, incumpliendo el toque de queda, los restos mortales de estos capitanes fueron trasladados a la iglesia de San Martín, situada en la plaza de las Descalzas. Allí fueron enterrados: Daoíz, con su uniforme, en una capilla de la iglesia; y Velarde, amortajado con un hábito franciscano, fue enterrado en una fosa común en una zona aneja llamada el Jardinillo.
En 1809 esta iglesia fue demolida y en 1811 los cuerpos de Daoíz y Velarde fue-ron exhumados y trasladados a una cripta que quedó en el solar de la iglesia hasta el final de la Guerra de la Independencia.
Una vez finalizada la contienda, las Cortes establecen que los restos mortales de los héroes del Dos de Mayo descansen en la capilla de Nuestra Señora de la Soledad de la Victoria, en la iglesia colegiata de San Isidro el Real.
Para ello, el 30 de abril de 1814 los cadáveres fueron exhumados y trasladados al Real Museo Militar de Artillería, sito en Monteleón, donde se separaron los res-tos óseos de las prendas mortuorias, colocando los restos en dos urnas de plomo y las prendas mortuorias en un cajón de madera, que quedó depositado en el Real Museo Militar de Artillería.
El Real Cuerpo de Artillería mandó construir un gran carro triunfal donde, el día 2 de mayo de 1814, fueron transporta-das las urnas introducidas en dos túmulos cubiertos de armas y trofeos, palmas y coronas de laurel.
En 1823, los cuerpos de Daoíz y Velarde se trasladaron a Cádiz ante el temor de que fueran ultrajados por las tropas francesas, cuando los Cien Mil Hijos de San Luis invaden España para restaurar el absolutismo, regresando al año siguiente a San Isidro el Real. Los dos seguían peleando, después de muertos, como símbolos de la libertad contra el absolutismo, porque un héroe no tiene edad y su vida es eterna en la memoria.
El 2 de mayo de 1840, se inauguró el Monumento al Dos de Mayo —erigido en el paseo del Prado de Madrid, en la plaza llamada Campo de la Lealtad—, dedicado a los fallecidos durante el levanta-miento. Y por este motivo, el día anterior los restos de los dos capitanes fueron trasladados a su descanso definitivo en el sarcófago de este monumento.
A partir de 1838, los restos del uniforme y del hábito franciscano fueron expuestos en el Museo de Artillería —ubicado en el Palacio de Buenavista—, pero en 1851 el director general de Artillería, a fin de preservarlos, ordenó que se guardasen en unas urnas de cedro y que no se pudiesen abrir sin una orden por escrito del jefe superior de Artillería.
Con motivo del traslado del Museo del Ejército a Toledo, en el año 2009 el con-junto funerario formado por los túmulos y las urnas de los restos textiles de los capitanes Daoíz y Velarde fue enviado al Patronato del Alcázar de Segovia.
En el año 2014, con motivo del 250º aniversario de la creación del Real Colegio de Artillería, se organizó en el Alcázar de Segovia una exposición y, con autorización del Patronato del Alcázar y del inspector de Artillería, se expusieron los túmulos y las urnas de cedro.
Los restos textiles fueron restaurados e incorporados a la colección permanente del Museo del Ejército.
Finalizada la exposición en el Alcázar de Segovia, en el año 2015 los túmulos de Daoíz y Velarde fueron cedidos como fondos en depósito al Mando de Artillería de Campaña y, desde ese año, se encuentran expuestos de manera permanente en la Sala Histórica de la base “Conde de Gazola”, en San Andrés del Rabanedo.
Y ahí es donde se funden lo más operativo de la Artillería española, lo más moderno, la preparación eficaz para el futuro —que a veces es inescrutable—, con lo más insigne de nuestro pasado. Hay lugares que guardan las antiguas sacudidas de la Historia porque son un tesoro que debe ser custodiado como se protegen la libertad y la seguridad de un pueblo.
Hay lugares como el Mando de Artille-ría de Campaña, en León, donde se custodian las dos urnas funerarias y los dos túmulos de los héroes del Dos de Mayo; lugares donde se salvaguarda la memoria de un pueblo.
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