Tres militares, padre, madre e hijo, además de lazos de sangre, comparten la misma unidad en el Ejército de Tierra
Felipe Pulido / Madrid
Son padre, madre e hijo, comparten la vocación militar y, además, un mismo destino: El Regimiento de Especialidades de Ingenieros (REI) nº 11.
El Cabo 1º Ruiz, natural de Plasencia (Cáceres), no tenía antecedentes familiares en las Fuerzas Armadas. No obstante, en 1991, sintió la llamada militar y terminó en el Instituto Politécnico del Ejército. «Decidí dar el paso», señala.
Este primer destino duró poco tiempo, ya que unos meses más tarde llegó a Salamanca, buscando la proximidad de su tierra, y comenzó así su andadura en el REI 11. Precisamente, el 31 de julio, se conmemoran 30 años desde su llegada a esta unidad que, sin duda, ha hecho sentir a uno de los protagonistas de esta historia como en casa.
La cabo Díaz, su cónyuge, tiene mucho que ver en ello, ya que actualmente está destinada en el Batallón de Castrametación II/11, al igual que su marido. Pese a que ella siempre quiso ser guardia civil, siguiendo los pasos de su padre, alguien le hizo replantearse esta idea para decantarse por el uniforme de Tierra.
Todo ocurrió en 1994, cuando conoció al entonces soldado Ruiz. Aunque nacida en Eíbar (Guipúzcoa), donde se encontraba su padre entonces destinado, pronto terminó viviendo en Plasencia, lugar de origen de su actual marido.
Siguiendo su ejemplo, entró a formar parte de las Fuerzas Armadas en el año 2000 y, prácticamente, desde sus inicios ha estado destinada en la misma unidad. «Me llamó mucho la atención la disciplina y el compañerismo que hay en el Ejército», destaca la cabo Díaz.
Acostumbrados a estar juntos en casa y, también en el trabajo, llegó el momento de los despliegues en el exterior. La separación se hizo difícil, como suele ocurrir en estos casos, pero ambos fueron conscientes de las responsabilidades que conlleva este trabajo y lo afrontaron de la mejor manera posible.
El 5 de mayo de 1998, la saga de los Ruiz-Díaz, como muchos les han bautizado en la unidad, se amplió con la llegada de su primer y único hijo. Si en el caso de sus padres no había antecedentes en el Ejército, el recién nacido los tenía por partida doble. Desde muy pequeño ya sentía admiración por el uniforme e, incluso, sus padres le vestían de verde.
Tenía claro cual era su destino y sus progenitores le hicieron el camino más fácil para lograrlo: «Mientras se preparaba para el acceso, entrenábamos juntos los tres», recuerda la cabo Díaz.
Este apoyo, probablemente, fue el mejor aliciente para lograrlo y, tras dejar el Centro de Formación de Tropa nº 2, llegó al REI 11. Así, la familia al completo logró reunirse en la misma unidad. «Hay casos de familiares, de hermanos, pero en todo este tiempo nunca he visto a toda la familia en el Regimiento, por lo que la gente nos pregunta y le resulta curioso», explica la cabo.
Los tres integrantes de esta familia de militares son conscientes de que en el trabajo todos son compañeros y que la disciplina es importante para que las cosas salgan bien. «En casa, a veces, también soy un poco militar y me gusta llevar el mando», bromea la matriarca de esta saga.

Unidos por el mismo amor a España y al Ejército, padre, madre e hijo dan cada día lo mejor de sí mismos y hacen de su trabajo una vocación en la que no existen fronteras familiares.