FUNDIENDO EL RECUERDO DE NUESTROS HÉROES

Lava. Fuego y bronce, se desliza sobre la superficie. Todos los ojos están puestos en ese bloque de arena con cuatro aberturas por donde se colará la lava ardiendo. Mañana se habrá enfriado y comenzará a moldear los retazos de una historia. La de nuestros héroes. La de los últimos de Filipinas, los héroes de Baler.

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El cubo de grafito se mueve lentamente en el taller, mientras sale del crisol. Está a 1.400 grados de temperatura. Arde. Poco a poco los operarios lo ladean para que el bronce fundido penetre en el bloque de arena, por cada uno de esos cuatro agujeros. Despacio, se va sumergiendo entre las formas del molde que contiene el cuerpo y la cabeza del teniente Martín Cerezo, uno de los 33 supervivientes de la gesta de Baler. En unas horas, el metal podrá soldarse junto con las demás piezas (como las piernas o los brazos) para ir conformando la figura de este gran militar. Faltan por añadir los prismáticos, con los que divisará el fervor de quienes se acerquen a admirar su efigie; y el sable, que representa el valor con el que nuestros héroes defendieron el sitio. Es un proceso lento y, cualquier nimio detalle que salga mal, habrá que volverlo a repetir mediante el mismo método.

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Salvador Amaya observa, tranquilo, su obra. El escultor ha dado las órdenes para que todo vaya bien. Ahora cobrará vida la obra original de arcilla, pero esta vez no está en sus manos, solo toca esperar. Si ayer plasmó con un palillo cada detalle del traje del teniente en el molde, hoy sus ojos revisan todo el proceso de fundición.

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Ha pasado un día y el bronce ya se ha enfriado. Toca soldar las piezas, parte por parte, con mucho cuidado. El espíritu de Baler se palpa en los casi tres metros de altura de la figura del militar. Ahora queda el minucioso proceso de repasar con una pequeña lija las imperfecciones y darle brillo. Hay que ser paciente, solo hacen falta unas horas para que esté listo y su hazaña pueda ser ensalzada. Antes, es necesario mojar un paño en amoniaco y recorrer todos los rincones de la figura para darle el particular toque verde: cuanto más caliente esté el líquido, más oscuro será el tono.

Ya está. El teniente Martín Cerezo resurge en la historia y su figura reposará sobre un gran pedestal de 25 toneladas, acompañada de los nombres de todos sus compañeros de asedio. Ellos remarcaron hace más de un siglo años la devoción por un país que defendieron hasta el hastío. Enarbolaron con grandeza el espíritu español con el valor de los hombres para los que ningún desafío es imposible. Un hito que siempre será recordado porque los 54 soldados que comenzaron la gesta de Baler vuelven para vivir en la memoria de todos. Son 120 años de Baler. 120 años desde que los 33 supervivientes salieron de la iglesia de San Luis de Tolosa con honores. Y, desde hoy, serán eternos.

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